“Voy
a ir a Tahití y espero acabar mis días allí. Juzgo que mi arte (…) no
es más que un embrión y espero poder cultivarlo (…) en estado primitivo
y salvaje”. Sólo quedan seis meses para que la exposición Gauguin y el viaje a lo exótico
nos permita comprobar hasta qué punto Paul Gauguin estaba en lo cierto
cuando, algunos meses antes de embarcar por primera vez rumbo a los
Mares del Sur, escribió estas palabras a Odilon Redon.
Aunque
las cajas que contendrán las obras llegarán a nuestro museo a finales
de septiembre, cada semana se define más claramente el guión definitivo
de nuestro proyecto. Llegados a este punto, la maqueta a escala de
nuestra sala de exposiciones entra en escena. Es nuestro particular storyboard.
El
modo en que se instalan las obras es una de las claves de éxito de una
exposición. Las imágenes en miniatura de las pinturas permiten confirmar
el rol que ocupará cada una en su sala y la peculiar relación entre
ellas. Podemos, de este modo, visualizar el diálogo que se establecerá
entre Mata Mua (Colección Carmen Thyssen-Bornemisza) y Matamoe
(Museo Pushkin de Moscú), ambas pintadas por Gauguin al año de llegar a
Tahití. O, por ejemplo, asombrarnos con sus distintas versiones de la
nueva Eva y el paraíso en obras como Te Pape Nave Nave, 1898 (National Gallery of Art, Washington) y Adán y Eva, 1902 (Ordrupgaard, Copenhague).
Pero sobre todo, la maqueta nos sirve para confirmar nuestras hipótesis y muestra el impacto visual que se puede lograr al exponer juntas por primera vez obras de Gauguin y las de aquellos pintores para los que fue una fuente de inspiración. Con esta novedosa instalación pretendemos poner en evidencia la huella gauguiniana en artistas como Kirchner, Nolde o Kandinsky.
¿Quieres conocer más detalles? ¡Pues estate atento!
Marta Ruiz del Árbol