29 may 2012

¿Paraíso exótico?

“Gauguin y el viaje a lo exótico” propone explorar la contribución de lo exótico al inicio de la modernidad. Sumergidos como estamos en la segunda década del siglo XXI, un siglo en el que el mundo parece haber perdido sus antiguos límites, cuesta creer que a finales del siglo XIX la atracción por lo exótico, la seducción por todo lo que tenía de diferente y extraño, se convirtiera en una fórmula moderna de transformación.

Sin embargo, en los círculos artísticos y literarios parisienses más radicales triunfaba lo exótico. Baudelaire invitaba incesantemente al viaje. Rimbaud, Flaubert o Claudel miraban hacia Oriente. Las Exposiciones Universales y Coloniales mostraban las manifestaciones de la diversidad colonial y estimulaban la imaginación de los creadores más despiertos. Y entretanto, Gauguin no dejaba de soñar. Soñaba en recuperar algún día sus orígenes primitivos y salvajes. Soñaba, junto a su amigo Van Gogh, en crear un atelier des tropiques en algún lugar lejano para recobrar de una vez por todas el verdadero sentido del arte. Y, sobre todo, soñaba con viajar a los confines en busca de lo exótico.

Gauguin, Matamoe, 1892
(Pushkin Museum of Fine Arts, Moscú)

Incluso, cuando finalmente decidió viajar a los Mares del Sur, Gauguin no dejaría de soñar. En eso consistió su radical apuesta. Al descubrir que, por el avance de la colonización, la cultura maorí estaba en proceso de desaparición, decide reconstruir en su pintura el Tahití de sus sueños. Como se podrá comprobar en nuestra exposición, desde su particular “estudio de los trópicos”, Gauguin convirtió aquellas lejanas tierras en una utópica Edad de Oro o en un exótico Jardín del Edén, en un paraíso cargado de fragancias y explosiones cromáticas.



Gauguin, Te Pape Nave Nave, 1898
(Image courtesy of the National Gallery of Art, Washington)

Solamente al final de su vida, desengañado y convertido en un renegado, Gauguin dejaría de soñar. Gauguin acabaría sus días habiendo perdido toda esperanza de encontrar el Paraíso exótico que había ido a buscar y el Tahití de sus sueños se transforma en el Paraíso perdido. Precisamente sobre este asunto trata el ensayo de Richard Brettell (de la Universidad de Texas, Dallas) que incluiremos en el catálogo de la exposición. Brettell, un veterano estudioso de la obra del pintor, hace un brillante análisis de la evolución de la idea de Paraíso en Gauguin.


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Paloma Alarcó


7 may 2012

Storyboard

“Voy a ir a Tahití y espero acabar mis días allí. Juzgo que mi arte (…) no es más que un embrión  y espero poder cultivarlo (…) en estado primitivo y salvaje”. Sólo quedan seis meses para que la exposición Gauguin y el viaje a lo exótico nos permita comprobar hasta qué punto Paul Gauguin estaba en lo cierto cuando, algunos meses antes de embarcar por primera vez rumbo a los Mares del Sur, escribió estas palabras a Odilon Redon.
Aunque las cajas que contendrán las obras llegarán a nuestro museo a finales de septiembre, cada semana se define más claramente el guión definitivo de nuestro proyecto. Llegados a este punto, la maqueta a escala de nuestra sala de exposiciones entra en escena. Es nuestro particular storyboard.
El modo en que se instalan las obras es una de las claves de éxito de una exposición. Las imágenes en miniatura de las pinturas permiten confirmar el rol que ocupará cada una en su sala y la peculiar relación entre ellas. Podemos, de este modo, visualizar el diálogo que se establecerá entre Mata Mua (Colección Carmen Thyssen-Bornemisza) y Matamoe (Museo Pushkin de Moscú), ambas pintadas por Gauguin al año de llegar a Tahití. O, por ejemplo, asombrarnos con sus distintas versiones de la nueva Eva y el paraíso en obras como Te Pape Nave Nave, 1898 (National Gallery of Art, Washington) y Adán y Eva, 1902 (Ordrupgaard, Copenhague).


Pero sobre todo, la maqueta nos sirve para confirmar nuestras hipótesis y muestra el impacto visual que se puede lograr al exponer juntas por primera vez obras de Gauguin y las de aquellos pintores para los que fue una fuente de inspiración. Con esta novedosa instalación pretendemos poner en evidencia la huella gauguiniana en artistas como Kirchner, Nolde o Kandinsky.
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Marta Ruiz del Árbol